Al principio de la cuarentena me sentía aterrada. Desde Ciudad de México, donde vivo desde hace más de 10 años, seguía con atención las noticias de mi país. En Bélgica todo se catapultó a niveles alarmantes en poco tiempo: muertos, contagios… mis amigos me hablaron para saber si estaba bien.
En Amberes, donde nací, mis padres estaban encerrados. Tenían prohibido salir, así que una vecina les dejaba la comida afuera de su casa. Todo eso me parecía una situación surrealista. Mucha información y desinformación, además de teorías de la conspiración hacían que mi cabeza diera vueltas.
Después de esos momentos de pánico decidí hacer lo que me gusta: salir y tomar fotos. En realidad, me inquietaba no poder hacer reportajes, así que empecé por hacer caminatas en mi barrio y hacia el Centro Histórico los domingos en la mañana para documentar las calles vacías. Luego contacté a amigos cercanos para documentar su vida en el confinamiento y tener algún contacto social en este tiempo en el que todo está prohibido.
Rey y Carlos ensayan en la terraza del edificio donde vive Carlos. Su tour de tango por varios países de Europa fue cancelado por el covid-19.
El Palacio de Bellas Artes desolado.
Irene, una maestra de francés, sólo sale de su casa para hacer compras en el supermercado y en el mercado del domingo.
Una mañana de domingo sin paseos por bicicleta a la vista en el Caballito sobre la Avenida Reforma.
María Antonieta, una muralista mexicana, jugando con Antón en su casa.
Ricardo posa para un retrato en su departamento / La Torre Latinoamericana anuncia “Quédate en casa”.
El Barrio Chino es considerado como una de las zonas de alto riesgo de contagio en la Ciudad de México.
Florence, una maestra de francés, decidió cortarse el pelo durante su confinamiento, después de ver al novio de su vecina con pelo muy corto.
Adolph extrañando a sus clientes en su peluquería en la colonia Roma, cerrada por covid-19.
Carlos y Andrew en su casa en el Centro.