Anomalía, 30 segundos más cerca del día del Juicio Final

Ilustraciones: Mariana Mata /@mariaaannnaaa

En la ley, las anomalías son lo opuesto a las regularidades, o en términos más generales lo opuesto a las expectativas. Prepárate para lo peor, espera lo mejor. 

Inicia la semana mil de encierro al estilo mexicano. De encierro, por decir algo. Nacidos en el siglo XX, a través del entretenimiento nos han preparado para lo peor. Godzilla aplastaba las grandes ciudades japonesas; el reptil prehistórico gigante llegaba a Norteamérica y peleaba con King Kong. Un virus convertía a los humanos en zombies. La mancha voraz terminaba con la humanidad y la naturaleza se tornaba en nuestra contra. Ya sea en la ciencia ficción o en la realidad, hay un hecho innegable: la raza humana es una plaga que necesita ser eliminada. El depredador más grande de la historia será erradicado por sí mismo, por su estupidez o su necesidad de controlar su entorno.

Me uno a las líneas de conspiracionistas. Un video aparece: un joven corre por la calle en lo que parece ser una actividad rutinaria. Una mujer le estornuda. Él choca contra un poste. Las risas vienen. Desde febrero, los noticiarios se llenaron de historias sobre una enfermedad, los muertos por neumonía atípica aparecen. Dross nos informa de aquello que no puede salir de China. La gente se muere en la calle, 4chan nos manda fotos de alguien en algún laboratorio. La mente del informado se puede convertir al conspiracionismo con facilidad. Ayudados con los medios de comunicación nos hacemos paranoicos. Mis vecinos aún tienen fiestas, ahora son en la azotea, aún duran hasta las cuatro de la mañana. Mi desprecio hacia ellos prevalece. 

El virus está cambiando la realidad global, eso nos dicen. El video se filtra, una mujer come un murciélago y así comenzó esta historia en Occidente. Si no viviera en México y si tan sólo el recuerdo del Chupacabras no se alojara en mi memoria, tal vez lo creería. La sopa de Wuhan nos recuerda el papel de los medios de comunicación en esta historia. Un clima de pánico nos rodea, la única advertencia parece atentar contra una de las libertades humanas: SALIR, existir en el exterior está prohibido.  El virus se expande y los tumultos de seis meses antes en China desaparecen, las manifestaciones pro democracia terminaron. El resto del mundo en convulsión también se detiene. La lucha por el cambio termina una vez más y ahora por un agente invisible al que todos tememos. La acción social se detiene, el status quo sigue avanzando. La humanidad saldrá de esto más unida, en un mundo diferente, venceremos esto juntos. Eso nos dicen. 

La realidad es muy distinta, salir de dónde, ir a dónde. Salimos de la cama, nos duchamos, salimos de casa, nos subimos al transporte, llegamos a otro lado. Entramos. Salimos de un cubo para ir a otro cubo. En realidad, lo único que tenemos es miedo. Miedo al miedo, a morir, a enfermar, a estar 24 horas durante meses con nosotros. No tenemos el privilegio de conocernos, nos aburrimos, dudamos, vemos a Bárbara de Regil ejercitarse mientras nosotros estamos aquí, a punto de ser un personaje obeso de WALL·E. Prendemos el televisor, la tele nacional apesta, Netflix tiene tanto que mejor no vemos nada. En una de esas comenzaremos a leer, podremos imaginar de nuevo. 

No cumplimos la cuarentena al cien por ciento. La sociedad, comprometida con el bienestar, nos juzga. Estar encerrado apesta, saldré al menos una vez por semana, todo con extremo cuidado: no tocar personas, no usar transporte público, no compartir babas con nadie. Usar gel antibacterial, lavarse las manos. Suena fácil. La ciudad está vacía. Salimos en bicicleta, el transporte más seguro. Ojalá hubiera más ciclo vías, ojalá la gente no intentara matarnos en una. Tenemos aventuras, un conductor del RTP casi nos mata, sólo porque su convicción es la de yo-voy-primero. Pedaleamos en Chapultepec en la noche evitando la recomendación permanente: no salir. Hay un grupo de mamadores de los motores alrededor del Ángel de la Independencia, unos policías afuera de la clausurada Feria de Chapultepec. Las puertas están abiertas, ¿cuánto querrían por dejarme entrar? Llegamos al lago, calma, silencio, se prende un porro. No nos saludamos, pero todos fumamos del mismo porro. Regreso a casa, hay un camión repleto a las 11 PM. Nada ha cambiado. 

Dicen que todo cambiará. ¿Qué es todo? Donald Trump dice que el muro se sigue construyendo. Entre las paranoias diarias: El covid-19 sirve los mismos propósitos que el terrorismo, la gente entra en pánico, el mundo cambia otra vez. También es quizá la única forma de deshacerse de Trump, un Biff Tannen real de Volver al futuro. Vivimos en ese 2015 alterno de la película, no cabe duda.

Me aburro, salgo a Naucalpan, llego al panteón donde enterraron a Renata de Amarte duele. La bajada en bicicleta es lo mejor. No quiero estar encerrada nunca. 

El tiempo que permanecemos en casa llamamos a la fuga mental:  salimos, imaginamos, mientras haya papel y marihuana sigamos encerrados. La cerveza sube, la caguama costaba 35, 38, 42, 44, 50… ya dejé de comprar,  casi no hay. Las tiendas cierran, la gente se pone cubre bocas, dejé de usar el Metro. Me aburro. 4/20 en casa, todo abril en casa, todo mayo, todo junio, ya es julio, vayamos a ver al líder, digo díler. Trabajemos en casa, nunca voy a terminar de estudiar en la UAM… sigamos explorando, ahora tenemos clases virtuales, juntas virtuales, reuniones familiares virtuales. Veo las fotos de la fiebre española, veo como vivimos en el futuro. 

En la ley, las anomalías son lo opuesto a las regularidades, o en términos más generales lo opuesto a las expectativas. Prepárate para lo peor, espera lo mejor. 

Somos

La pandemia global de Covid-19 ha catalizado la degradación del ejercicio periodístico como una manifestación cultural de primer orden. A nuestro lado y en todas direcciones, vemos caer redacciones enteras y explotar medios en una crisis infinita. El mundo como lo conocíamos ha terminado. Sin embargo, nos quedan nuestras historias y el lenguaje que las enuncia desde una particularidad que nos empuja a irrumpir. CONTAGIO es una revista digital de historias para el fin del mundo. Crónicas, híbridos, fotorrelatos y testimonios desde el margen de la Historia. No mantenemos ninguna esperanza, pero creemos en lo nuestro, vivimos ahora y lo escribimos. Nuestra experiencia es proteica; nuestra locura, creativa; nuestro ocio, activo; y nuestra irresponsabilidad, literaria.

Lo que hacemos:

Contar historias

Contarnos cosas

Contactar vida inteligente

Contaminar la blancura mental

Contagiar ideas

Más Historias
ser-policia-en-mexico-revista-contagio-edu-prado
Bravo Tango: ser policía en México
Skip to content