La pandemia de los discos completos

La pantalla del celular se prende con un inbox de mi amigo Omar. Me pregunta cómo la estoy llevando en estos días de cuarentena. “De seguro estás escuchando tus discos”, me dice. Mientras le contesto afirmativamente pienso que dio en el clavo. En cuanto supe que el “Quédate en casa” iba a durar un buen rato, lo primero que se me vino a la mente fueron mis discos. Me sentí como el protagonista del capítulo de La dimensión desconocida llamado “Por fin un poco de tiempo”, en el que un empleado bancario sueña con tener tiempo únicamente para leer, en mi caso para escuchar mis discos. 

No sé si mi colección sea muy grande, eso siempre es muy subjetivo. He visto cuartos repletos del piso al techo, colecciones que abarcan más de dos recámaras llenas de CD´s y vinilos, o colecciones repartidas en varios domicilios. Comparadas con esas, la mía es bastante modesta. Aunque debo admitir que no hace mucho una parte comenzó una migración de la sala a la recámara. Ahora, al despertar, lo primero que veo es la portada del Seven and the ragged tiger de Duran Duran, junto con el Mask de Bauhaus y el Reggatta de Blanc de Police. De lo que estoy cierto, es que los discos que tengo son los que me gustan. Regla básica de una colección: nunca compres un disco sólo porque es un clásico, compra los que te gusten.

Siempre me han resultado interesantes las opiniones de las personas ajenas a coleccionar. “¿Para qué tienes tantos discos, a poco los escuchas todos”, me dicen. O como el tipo de Telmex que me dijo al ver mis libros: “¿A poco ya los leyó todos?” Y aunque curiosas, estas opiniones sí me han hecho preguntarme: ¿para qué tantos discos o tantos libros? El escritor Simon Reynolds cuenta que ha preferido buscar una canción en Youtube que ir a buscar el disco en su colección. Vivimos en una época de la inmediatez a través de un click, pero cuando se vive en una pandemia, el tiempo se detiene, lo inmediato pierde sentido y las colecciones recobran su valor.

Mi colección de discos no tiene un orden alfabético, así que siempre recurro a la memoria para realizar la búsqueda. El caos tiene su recompensa, porque van apareciendo discos que olvidaba que tenía, o hacía mucho tiempo que no escuchaba. Así, la búsqueda de un álbum termina con una cosecha de diez bajo mi brazo. Aunque con el tiempo que me ha dado la cuarentena, he estado pensando seriamente en poner manos a la obra y darle orden. Primero lo haré con los vinilos, que son fáciles de ordenar, pues el tamaño facilita mucho esa labor.

Otra cosa serán los CD´s, esas cajas pequeñas que en su momento nos prometían un futuro con un sonido perfecto. Ahora he visto perder su valor de una manera dramática.

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Hace poco experimenté la amarga experiencia de la obsolescencia. Mi reproductor de CD´s dejó de funcionar, el diagnóstico: el láser había terminado su vida útil después de 20 años de buen uso. Así que me dirigí a la calle de los milagros tecnológicos de la Ciudad de México, la mítica calle de República del Salvador. Por recomendación de uno de mis hermanos fui directamente al lugar más efectivo de repuestos de lectores láser. Cuando llegué al local del Jarocho, lo que me encontré fue una tienda de servicio de teléfonos celulares.

Confundido, no dudé en preguntarle a uno de los empleados: “disculpa, ando buscando el local del Jarocho”. Apenas terminé de pronunciar ese nombre cuando un señor como de setenta años me buscó la mirada y respondió: “¿para qué soy bueno amigo?”. Le dije que buscaba un lector láser para mi reproductor de discos compactos. El Jarocho no pudo evitar la risa y con una amabilidad de buen vendedor me dijo: “Amigo, ya nadie escucha CD´s, eso ya se terminó. Ahora todo está en el celular”. Me pidió que le mostrara la pieza, la observó como un joyero a un diamante y me dijó: “Ve a esta dirección y pregunta por El Gato, quizá él te pueda ayudar, pero la verdad lo veo difícil”. Llegué a la dirección indicada, justo en la esquina de República del Salvador y el Eje Central. Pregunté por El Gato y un señor un poco más joven que El Jarocho me respondió que era él.

—¿Qué necesitas?

—Busco esta pieza.

—A ver… ¡uy! Esto tiene como 20 años. Va a estar bien difícil —el Gato tecleó en la computadora y me aseguró que la pieza estaba descontinuada—. Yo que tú mejor usaría el DVD para reproducir los compactos. Amigo, ya nadie escucha CD´s, eso ya se terminó.

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Hace poco escuché en un podcast decir al periodista musical que creó las reseñas de discos por estrellas, que al ver su colección de vinilos, su hijo le dijo con un tono de preocupación: “No pensarás dejarme todo esto, ¿verdad?”. El periodista afirmó que tal comentario simplemente demuestra una realidad: las nuevas generaciones ven poco práctico el coleccionar o acumular información de manera física (discos, libros, revistas, periódicos), cuando todo puede estar en la palma de su mano. Tal observación hizo acordarme del Jarocho: “Amigo, ya nadie escucha CDs,  eso ya se terminó. Ahora todo está en el celular”.

En una entrevista sobre su más reciente película, Werner Herzog señaló que últimamente recomienda leer libros y caminar. “Es la única forma de reducir la frenética velocidad en la que estamos viviendo. La gente en el celular lee solo pedazos de información, escucha solo fragmentos de música y se satura de imágenes”, sentenció el director de cine.

A estas recomendaciones de Herzog, agregaría el regresar a la costumbre de escuchar discos completos, sentarse y seguir las letras de las canciones que vienen en las fundas, perderse en el diseño de las portadas, en los datos de la grabación. El colmo de una colección es no tener tiempo para disfrutarla. Y con todo lo malo que puede traer una pandemia, a algunos afortunados les ha traído ese preciado tesoro: el tiempo.

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