Lidia Reyes, una mujer tatuada en el cuerpo 

Entre 2015 y 2016, Lidia Reyes fue la mujer más tatuada de Europa, pero se aburrió de los tatuajes que le cubrían la cara y se hizo borrar el noventa y cinco por ciento de los trazos que desdibujaban sus rasgos. Por un momento retrocedió en su objetivo de entrar al libro de los Récord Guinness Mundiales, pero ha seguido rellenado otras partes de su cuerpo y en sus manos rayadas tiene un nuevo plan.

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En la frente, una pistola. Sobre el ceño, un diamante. Párpado izquierdo, “1981″. Párpado derecho, “1899″. Pómulo derecho, “19″. Pómulo izquierdo, “84″. En el arco del ojo y el párpado, 7 estrellas. Quijada izquierda, “No Love”. Son sólo algunos de los tatuajes con los que Lidia ha decorado su rostro.

Lidia Reyes nació en Barcelona en 1984. Mide un metro con cincuenta y tres centímetros y su cuerpo llegó a albergar más de 270 tatuajes. “No, no tengo límites a la hora de tatuarme”, dice la que fuera la mujer más tatuada de Europa. La misma que —hace un par de años, en un programa de televisión— se tatuó una calavera en la vagina. 

De pequeña sufrió bullying y se sentía apartada de los demás. “No por ningún tema de aspecto físico”, dice y se contradice, “porque estaba rellenita, me llamaban gorda”.

A Lidia la han marcado de por vida cosas graves que sucedían en su casa, según revela sin profundizar. Pero aclara que esas cosas se sabrán en una novela que lleva varios años escribiendo.

En su pómulo derecho, la palabra “Warrior”; en el izquierdo, “Woman”. “Mi chip mental cambió, me convertí en alguien más rebelde, en alguien que no tolera las faltas de respeto, el abuso y demás. Desde entonces, nunca, nunca, nunca permití, ni dejé que nadie se riera de mí”, comenta Lidia.

Falanges mano derecha, “A.C.A.B” (All Cops All Bastards). Hombro izquierdo, corona. Antebrazo izquierdo, reloj de arena. Hombro izquierdo, herradura. Mano derecha, un corazón: “True Love”. Brazo izquierdo, en forma de corazón el escudo del Barcelona FC. Tríceps derecho, mariposa. Antebrazo derecho, una rosa. Tríceps derecho, racimo de rosas. Antebrazo derecho, labios.

Mitos: •No se puede donar sangre. •Los tatuajes no se pueden borrar. •Las tintas contienen óxido ferroso y metales magnéticos. •Es cuestión de adictos, malhechores y putas.  

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“Me parece una cosa que son modas, es una moda muy bestia, porque es pa´ toda la vida y las modas nunca duran toda la vida”, declaró el actor español, Santiago Segura, en el programa de televisión Samanta Y

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TARÁNTULA. Impulsada por la moda y una amiga, a los quince años Lidia Reyes entró al mundo de los tatuados, se grabó un arácnido en la espalda, en la paletilla izquierda. “La primera vez, me tatué por error. Algo que nadie debería de hacer es tatuarse por moda”. Aprendió de la imprudencia y ahora, antes de tatuar a sus clientes, les aconseja: “Tiene que ser algo que tú desees, algo que represente algo importante para ti. Dentro de lo que cabe y de lo posible, pues, quieres que permanezca eternamente en tu piel”.

TARÁNTULA. Cuando empezó a tatuarse con constancia, cubrió la tarántula con cosas que la representaban y tenían significados y sentido para ella. “La tapé con Cleopatra, un retrato a color, porque todo lo que es la cultura egipcia me encanta”, dice, mientras el trío de iconos confeccionados en su espalda —Tutankamón, la reina egipcia y un gato Sphynx— confirman los hechos.

Lidia se interesó por la historia del tatuaje, leyó de mujeres guerreras que se los hacían, otros que se rayaban la piel por cuestiones de poder, quienes lo hacían por marcar una derrota, y esos que, por el contrario, querían registrar las victorias de sus batallas.

A la altura de la cadera le escribieron “MI CUERPO ES MI DIARIO, MIS TATUAJES MI HISTORIA”. “Decidí plasmar en mi piel mi vida”, dice Lidia, por esa decisión y por amor a la tinta, comenzó a garabatearse “cosas, situaciones, personas”, buenas y malas. Todo. “El problema es cuando ya te llenas tanto como yo que la vida sigue, siguen pasando cosas”.

Lidia tiene tres hijas y el ochenta y cinco por ciento de su cuerpo está tatuado. No tiene certeza de los trazos que le han borrado de la cara. Se aburre con facilidad y es caprichosa. Hace algunos años le modificaron la lengua, se la bifurcaron: se la cortaron a la mitad. Con el tiempo vino el tedio y ahora juega con las dos puntas que se mueven de forma independiente.

“Cuando una persona escribe un diario, no borra cosas pasadas”, comenta Lidia, quien tiene treinta y siete años y, al parecer, muchos capítulos por escribirse. “Si que es verdad que llega el momento que, claro, te cubres toda, como yo, sí que es verdad que quiero hacer un nuevo proyecto con mi piel”.

El proyecto del que habla es un blackwork: cubrir de negro intenso algunos tatuajes viejos y las zonas blancas que aún le quedan. Lidia cree que renovará el diario y cubrirá “cosas que en su día significaron”, cosas que “pueden quedar en el olvido”, para tatuarse otras que en la actualidad prefiere y valora.

“Quiero poner negro encima porque va a seguir formando parte de mí, no lo estoy quitando, simplemente le estoy poniendo como un mantón encima, una capa negra. Quiere decir que el tatuaje antiguo, ese pigmento, sigue debajo, no se va a eliminar. Entonces seguirá mi historia ahí, la historia antigua, esa historia que a lo mejor ahora quiero tapar, va a seguir en mi piel, no la voy a eliminar”, aclara.

Recomendaciones: •No retire la venda, al menos por dos horas. •Humedézcala con agua tibia. •Lave la piel con jabón neutro. •Séquese con una toalla de papel —sin frotar. •Huméctese con una pomada que regenere las células y la cicatrización.

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En una entrevista sobre su libro Salvar el fuego (2020), el escritor Guillermo Arriaga me respondió: “¿Cómo puedes marcar un evento importante? No tienes una cicatriz que te marque el evento. Has estado muy protegido. ¿Qué te lo da? Los tatuajes y como también careces de experiencias de vida fuertes, la ropa tiene que demostrar las experiencias de vida fuerte que no has vivido”.

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Para Lidia, la tinta es la parte de ritual que marca de forma permanente, el brebaje que cumple su deseo, el que surca su cuerpo y traza los sucesos de su historia. La tinta será lo que se lleve el día que “no esté aquí de cuerpo presente”.

“Para mí la tinta ha sido algo adictivo para bien”, ríe para recalcar que es obvio que le apasiona esa sustancia. “Es evidente que cada vez quería más, más, más… Cuando llegué a ser la mujer más tatuada de Europa, no fue porque yo quisiera ser la mujer más tatuada”. 

“DESCARADA Y ATREVIDA”. No tiene un registro exacto de sus tatuajes, dice aproximaciones, cree que le han borrado quince tatuajes de la cara, ahora se le aprecian las facciones del rostro. De los símbolos que conserva, le encantan las estrellas que contornean sus ojos, se identifica con el que dice “Barbie” y piensa que el de la mandíbula —que la describe como descarada y atrevida— es muy preciso.

Borrón y cuenta nueva. Lidia trae nuevas tipografías en la cara, algunas dedicadas a sus familiares: el que crece arriba de la ceja derecha, lleva el nombre de su hija “Valkiría” (sic). En la patilla izquierda, la “N”, de Neizan, el nieto. A la derecha, la “E”, de Eren, un sobrino. Entre los recientes, una línea azul y vertical divide sus labios. Una “raya” que, para ella: “Representa a una mujer guerrera. En antiguas tribus las mujeres se tatuaban esa línea. Mujeres con poder, mujeres luchadoras”, explica Lidia, quien llegó a tener más de 10 piercings en la cara. 

De 2008 a 2013, trabajó en el cine porno y, por supuesto, dedicó un par de frases y dibujos a esta labor. Ella misma se hizo uno arriba de la rodilla derecha, ese se lo dedicó a sus seguidores: “Sin vosotros las cosas hubieran sido más difíciles, yo quiero a mis fans”. En el vientre, “Explicital”: la última compañía para la que trabajó haciendo espectáculos y festivales eróticos.

Aunque las modificaciones corporales son ilegales en España, se las ha ingeniado para realizarse el tongue splitting: la lengua bífida y viajó a Suiza para realizarse el eyeball tattoo: le introdujeron un pigmento rosa debajo de la esclera (la zona blanca del ojo). A primera impresión, sus ojos fucsia son similares a los de una persona con una conjuntivitis agresiva.

En la nalga izquierda, La mala vida. Nalga derecha, el drama y la comedia —un rostro ríe malicioso, la otra cara grita desesperada—. Nalga derecha, Evelyn 04∙06∙2004. Muslo derecho, ases de la baraja y la palabra “PORN”. Muslo izquierdo, Familia. Pantorrilla derecha, zapatos de tacón. Canilla derecha, un pastelillo. Pierna derecha, bastón cruzado con una colombina. Canilla izquierda, rostro de perro. Bíceps femoral, la bella y la bestia de Disney. Canilla izquierda, “Suicide”. Canilla izquierda, 3 calaveras. Muslo izquierdo, un ojo dentro de un triángulo.

Precaución: Después de una sesión de inyección de tinta, como mínimo, deben pasar dos meses para que la piel transpire y se recupere.

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LeonKa, tatuador y alquimista barcelonés, dice que la carga alegórica del tatuaje no es gratuita: te comprometes con algo para toda la vida y comprometerse con algo, simbólicamente, para toda la vida, es complicado.

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Unos tatuajes son dolorosos por su significado y otros por la zona en la que fueron hechos, como el osito cariñosito que decora su cráneo, en el temporal izquierdo —una zona donde la piel está pegada al hueso y llena de terminaciones nerviosas. 

“Era la primera vez que me tatuaba la cabeza y, para mí, he de decir que ese día fue el mayor infierno de toda mi vida”, dice Lidia, y al ver su cabeza, se constata que ha deambulado el averno varias veces.

Lleva dos marcas emocionalmente dolorosas. En la zona lateral del muslo izquierdo, un pergamino que simboliza la esquela del fallecimiento de su madre: “Daba a entender que, no debes de llorar por su vida, sino que debes de sonreír por lo que has vivido con ella”, al lado del tributo brotan algunos geranios. El otro recuerdo se extiende por su antebrazo derecho, se lo hizo en memoria de Stan, su mejor amigo, es una pistola que, también, dispara un pergamino: “LA AMISTAD NO SE AGRADECE, SE CORRESPONDE”.

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En otro apartado de la entrevista de LeonKa, Ph.D en filosofía de la Universitat de Barcelona, ha dicho: “Alguien puede tatuarse el nombre de su hijo y considerar que eso es muy importante. Para mí no lo será, pero entiendo la importancia. O tatuarte el momento en que tu madre murió, eso artísticamente puede ser poco trascendental, pero para quien se lo hace puede ser muy trascendental”.

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El tema del dolor varía en cada persona, el umbral de resistencia se dilata y se contrae según la zona a tatuar. “Cuando te hacen una línea, para mí, es más una sensación cortante. Cuando hablamos de un sombreado o un relleno, es más un raspado, más superficial”, afirma Lidia. “Tras haberme hecho láser, es más doloroso quitarse el tatuaje con láser que tatuarse, pero mucho más, con diferencia”.

TRUE LOVE. En la mano derecha lleva uno que dice: Dolor y Vida. “Bueno, creo que el dolor va enlazado con la vida, en general. Creo que no existe una vida sin dolor de cualquier tipo”.

Indicaciones: •Las mujeres embarazadas no deberían tatuarse por la salud del bebé. •Está contraindicado en personas diabéticas y hemofílicas.

En Suiza, se tatuó en la nariz el puntero de una güija y en el bigote —de izquierda a derecha— una pica, un diamante, un corazón y un trébol. Al mirarse en un espejo descubrió que había cubierto los rasgos de su cara y con ellas los gestos que enfatizan la personalidad: “Ahí fue la única vez en mi vida que dije: ‘Uf, me veo diferente’. Me chocó”, confiesa.

Extrañaba sus facciones. “Era como una hoja repleta de dibujos, no se me veían mis características, mi forma de la cara, mi forma de los pómulos, de la barbilla, no se distinguía”, dice esta mujer en quien se han —y ha— invertido en tatuajes, aproximadamente, quince mil euros. “Jamás volvería a tatuarme lo que es la nariz y el bigote, segurísimo, jaa-más, la frente tampoco lo haría, tema de mofletes, todo relleno, tampoco”.

En el arco de las cejas, nueve puntos. En el ceño, calavera con moños y ojos rosas —antes de este hubo uno que decía: “Support 81”. En la barbilla, “Fuck”. Mejilla derecha, “Fe”. Frontal derecho, “Zoe”. Arriba de la ceja izquierda, “Eve”. Temporal izquierdo, un osito cariñosito junto a un arcoíris. Parte superior de la frente, “Open your eyes”. Parte derecha del cráneo, “Mi Vida”.

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Además de escritor, Jonathan Shaw se inició en el tatuaje en los setenta. Un par de décadas más tarde tatuó a rockstars de grupos como Mötley Crüe y Red Hot Chili Peppers. Hoy, los tatuajes le parecen: “La cosa más aburrida del mundo”, así lo comentó en el podcast de la revista Letras Libres, “ver a un joven lleno de tatuajes me parece maquillaje de payaso”.

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“No haréis sajaduras en vuestro cuerpo por un muerto, ni os haréis tatuajes; yo soy el Señor”, Levítico 19:28.

Al principio, a Lidia Reyes las críticas negativas le afectaban a nivel psicológico. Con los años aprendió que si la gente hablaba era que ella —su vida, su todo— les interesaba para bien o para mal.

“Sinceramente, mi objetivo no es llamar la atención, aunque así sea o así crean muchos. Estos actos de tatuarnos tanto o modificarnos, en mi caso, no son para llamar la atención; más que nada es hacer de mí lo que me da la real gana, sin importarme los prejuicios de nuestra sociedad”, dice con ímpetu.

La sociedad le ha demostrado su desprecio en muchas ocasiones. “Tú pasas por al lado de alguien y se agarran el bolso, como si tu fueras un delincuente”, comenta Lidia, madre de Zoe, Evelyn y Valkiría. En la calle le han llamado monstruo por romper con los patrones estéticos estipulados por la sociedad.

Paradójicamente se ha encontrado con ancianos de mente abierta que la halagan y jóvenes que se aterrorizan y la insultan. A ella no le importa —eso dice—.

“Yo me muestro tal cual, como no me importa lo que diga la sociedad. Mucha gente reprimida nunca ha dado el paso a hacer cosas similares a las mías y les encanta, pero no lo dan por el miedo al rechazo a la sociedad”, opina la tatuadora, quien hace un tiempo fue diagnosticada de TLP (Trastorno Límite de Personalidad).

“Es como que ya estás loca, como que no estás bien de la cabeza, como que profanas tu cuerpo, esto lo he escuchado mucho de Latinoamérica, no es por nada, pero en mi canal de YouTube, muchos comentarios me dicen que he profanado mi cuerpo. A mí me entra la risa, sobre todo yo que soy satanista, es algo que me hace gracia”, enfatiza Lidia, quien durante algunos años fue representante legal de la Orden de la Serpiente, una hermandad satánica argentina.

Su fe consiste en empoderarse, instruirse y liberarse. Se inspira en Lucifer para convertirse en su propio dios o dioses. “Para el satanismo, Satán encarna la rebeldía, la libertad y la búsqueda de conocimiento y placer”, profesa la exsacerdotisa.

Clavícula derecha, Satanás. Clavícula izquierda, Lucifer. En el centro del pecho, “666”. Debajo del labio inferior, “777”. Bajo la comisura del labio izquierdo, cruz cristiana. Bajo la comisura del labio derecho, cruz invertida.

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En una entrevista del programa radial argentino Vorterix (26, abril, 2017) Nekro, vocalista de la agrupación Boom Boom Kid, contestó sobre el tatuaje repetido de la icónica imagen de El Principito que tiene en sus brazos: “Eso es una tontería, si volviera a nacer, no me volvería a tatuar ni a palos… no tengo nada contra el trabajo del tatuador y lo que es el arte me encanta. Pero no lo haría conmigo de vuelta, es un error. Yo quiero ser transparente, que no me vean. Bueno, estoy trabajando con eso, para cada vez limpiarme de mis cosas”.

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Lidia tiene varias frases escritas en la tez. En el cuello: “EL MEJOR PERDÓN ES LA VENGANZA”. En el muslo derecho: “SOLO TÚ PAGARÁS LAS CONSECUENCIAS DE TUS MALOS ACTOS”. En el antebrazo derecho: “LA AMISTAD NO SE AGRADECE, SE CORRESPONDE”.

“No es ser especial, simplemente soy yo. Soy clara, transparente. A veces me perjudica el ser tan clara y transparente. Simplemente me dedico a ser yo. Sin importarme lo que piensa uno, lo que piensan otros. Actúo como yo creo que debo de actuar”, una de las mujeres más rayadas por fuera, asegura ser clara y transparente por dentro.

“No siento nunca la necesidad de pasar desapercibida, estoy tan y tan acostumbrada, que forma parte de mi vida el sentirme observada o criticada”, cuenta Lidia, también conocida en el mundo del porno como Lidya Rouge.

Estilos variados, excéntricos, atrevidos, coloridos, vistosos. Cortes de pelo, mohicanos fucsias, dreadlocks blancos, extensiones onduladas. Ahora lleva el pelo al rape y dos microdermals en el rostro, un septum y un smile en la boca y un piercing en el del ombligo. Lidia fue exwebcamer, no le teme a ser expuesta ni a ser vista. Tiene experiencia en espectáculos eróticos en vivo y en hacer lives en sus redes sociales.

“Para mí, creo que no hay nada privado que no pudiera taparme”, manifiesta, quien se considera a sí misma una persona abierta, extrovertida, transparente y sin filtros. “No sé si eso es bueno o malo, a veces, directamente, digo lo que pienso, tal cual lo pienso, a veces sin pensar las consecuencias. No escondo nunca nada”.

La han tatuado muchas manos, desde avezados expertos hasta aprendices. “Una va progresando, aun así, llevo todo el cuerpo tatuado y soy joven”, reflexiona.

A sus treinta y siete años sigue rayando su piel. Cuando decidió borrar los recuerdos de su rostro, retrocedió en el objetivo de alcanzar el Récord Guinness Mundial —hoy lo ostenta la mexicana María José Cristerna, la mujer vampiro—, pero persiste en dibujarse a personas, animales, objetos, símbolos. Lidia es joven, tiene una personalidad recia y está entintada casi en su totalidad. Le siguen —seguirán— pasando cosas y el espacio en blanco de la piel se le reduce.

“Mi lienzo es mi cuerpo y para mí es importante mi lienzo. Mostrar todo lo que necesite mostrar en él. Muchas cosas serán evidentes de forma visual para quien me vea, muchas cosas sólo las sabré yo”, explica, quien en su cuenta de Instagram tiene más de cuarenta y dos mil seguidores. “Tal vez hoy van a suceder o están sucediendo cosas más importantes que las pasadas y ya no tengo hueco en el cuerpo”.

Pasan los días, las horas, los hechos, la moda, los amantes, las mascotas. Lo relevante se vuelve efímero. La muerte nos circunda. Las personas se acercan, trascienden, desaparecen. La piel virgen se acaba y la tinta se sigue produciendo a mares. 

Recomendación: •Limpie, lave, seque y humecte el tatuaje, dos veces al día. •Evite rascarse la zona, sumergirla en agua y exponerla al sol •No haga ejercicio pesado que le estire la piel. 

  1. Tremenda historia, me lleva a imaginar el dolor y sufrimiento que está mujer tuvo en su infancia, los vacíos y los abusos de los cuales pudo ser víctima. Una persona que grita libertad y descontrol, soledad, reprensión y resentimiento. Una persona con una necesidad de escribir la historia de su vida en su cuerpo, como si no pudiera recordar los sucesos con la mente. Para mi los tatuajes son arte, pero cuando son demasiados me parece que pierden la estética, la delicadeza y se convierten en algo agresivo. Aunque cada quien hace con su vida y con su cuerpo lo que le plazca, no todo es bien visto para los demás, entiendo que los tatuajes de Lidia los lleva por gusto y le dan placer, llenan su vida y ahí no hay nada que decir.
    Excelente historia DIego Leonardo.

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