Ya no importa qué día es en Buenos Aires

Hace varias semanas perdí la cuenta y dejó de importarme el número de días que llevo encerrado. Al igual que muchos, entré en una dinámica que consiste en controlar mi tiempo basándome en momentos y no en el día u hora. Mañana, tarde y noche son ahora los únicos referentes que me sirven, así que repito esa secuencia hasta el infinito.

Mi situación, además de estar sujeta a la pandemia, se remite a la realidad política y social de dos países: Argentina, país en donde vivo, y México, de donde soy. Por una crisis económica que permite a muy pocos prosperar, y por el otro una crisis de violencia y gobernabilidad.

Antes de la cuarentena me sentía satisfecho con mi trabajo, manejaba los horarios a mi antojo y pasaba una buena parte del día en la calle de un lado a otro. Especialmente disfrutaba trabajar “en negro”, como lo hacen unos siete millones de personas en Argentina. Sentía que estaba venciendo al sistema evitando mil impuestos y encadenarme a un escritorio durante ocho horas al día.

Mi trabajo era rentar y administrar departamentos a través de Airbnb, pero desde que el presidente Alberto Fernández impuso la cuarentena total el 17 de marzo, se cerraron las fronteras y se tomaron medidas sanitarias de emergencia. Así, mi actividad laboral se suspendió hasta nuevo aviso. Por el momento sigue sin haber una fecha exacta para retomar actividades. En términos prácticos, estoy desempleado. Así que ahora, sin empleo, preferiría el yugo y los impuestos.

Pocos días antes del encierro obligatorio, empezó a respirarse un aire de nerviosismo y psicosis colectiva. El papel de baño desapareció de los aparadores y las filas en los supermercados eran más largas que nunca, las personas se apartaban unas de otras llenas de repulsión y cuando estornudé dentro del camión, todas las miradas me tacharon de terrorista.

El miedo provoca reacciones irracionales en las personas, la xenofobia e intolerancia se esparcen tan rápido como el virus. En el edificio donde se encuentran los departamentos que administro, los vecinos mostraron rápidamente sus preocupaciones y plagaron los pasillos y áreas comunes con letreros que pedían a todos los inquilinos impregnar de alcohol en gel o desinfectante todo aquello que tocaran. Días más tarde, pidieron que dejáramos de recibir huéspedes, particularmente a extranjeros. Me pareció absurdo que me dijeran “con los argentinos no hay problema”, como si ninguno viajara al exterior o viviera fuera de Argentina y visitar a su familia en Buenos Aires, como ocurre con muchos huéspedes.

En otros edificios, la gente colocaba mensajes menos amenos para el personal de salud en las áreas comunes: “les solicitamos no andar por los ascensores ni circular por el mismo” o “andate del edificio porque nos vas a contagiar a todos, hijo de puta”. La estupidez de la gente llega a ser indignante.

Mi pareja es médica en uno de los hospitales públicos más grandes de Argentina, así que al menos uno de nosotros se mantiene activo. A diferencia mía, su mente no deambula ni especula durante buena parte del día, pero ella enfrenta sus propios problemas. Mientras el gobierno se jacta de las compras de equipo médico y de aplanar la curva de contagios, ella recibe amenazas de sus superiores por denunciar la falta de insumos para protegerse de la pandemia. Dentro de una larga lista de negligencias y cinismo, lo último que le pidieron fue que llevara sus propias sábanas al hospital para dormir durante sus guardias.

Me sorprende que se le pague mucho más a políticos, quienes rara vez ofrecen resultados, que a médicos y científicos, los cuales podrían sacarnos de este problema con mayor probabilidad. Nuestras prioridades como humanidad están invertidas y creo, de manera ingenua, que sería un excelente momento para ordenarlas.

Dentro de toda la incertidumbre que genera el pavor y la ignorancia, la gente está permitiendo que se apliquen medidas restrictivas que hubieran sido impensables algunos meses atrás. Vivo con el temor de que la cantidad de información falsa que circula sea motivo de censura, de que el número de personas que se van de vacaciones a pesar de la cuarentena provoque que no podamos circular libremente y de que la barbarie y agresiones contra médicos y enfermeras termine por segmentar a las colonias por profesión. Vivo convencido de que Black Mirror se va a quedar pendejo comparado con lo que va a ser del mundo en los siguientes años.

Argentina ya estaba bastante golpeada por la crisis económica antes de la pandemia. En 2017 un dólar valía 20 pesos, hoy el cambio oficial lo sitúa en un valor ficticio de 70 pesos. Digo ficticio porque en la realidad se pagan unos 120 pesos por cada dólar. Ahorrar en una moneda estable que no pierda su valor cada tres meses es doblemente difícil estando desempleado y en pandemia.

La situación no va ser más fácil en los siguientes meses. A pesar de que he aprendido a hornear pan y galletas, he tomado clases de arte en línea, de idiomas, y ya sé usar la máquina de coser, no veo el futuro con mucha esperanza, mi intuición me dice que esto se va a prolongar y luego va a empeorar. No me refiero a la pandemia; los muertos y los contagios pasaron a un plano casi irrelevante. Lo que más me preocupa es que los gobiernos, aquí y en China, nos vuelvan a encerrar por cuatro meses antes de abastecer al sistema de salud. ¿Cuántos meses de cuarentena para la próxima pandemia? ¿Seis o doce? ¿Meses o años? 

Mientras tanto, hoy mi novia se fue a hacer el hisopado para detectar covid-19. Dio positivo. Mañana yo tendré que hacerme la prueba.

  1. Victor te felicito por tan grandioso texto, más real imposible plasmarlo. Deseo de corazón que todos como humanidad seamos más empáticos con nuestros semejantes y todo lo que nos rodea.

  2. Víctor, como te va? Me gusto mucho el relato que nos proporcionas. Estamos viviendo algo inesperado, inusual, increíble, y de una forma ligera y entretenida nos relatas tu y su experiencia ante esta tremenda situación tan difícil y que ha marcado el año 2020, hasta siempre y el fin de nuestros días. Que será en unos días, que será. Dejame decirte que al menos acá en México, vamos para atrás. Como cangrejos.
    Te felicitó por tu articulo y siento mucho lo de tu pareja. Pero si es Dra.y trabaja en Hospital , muy difícil sería salvarse del contagio. Allá como aquí, como en todo lugar NO DAN LOS INSUMOS NECESARIOS DE PROTECCIÓN. Y DESEO SALGA DE ESTO LO MÁS PRONTO.
    SOY ELENA, TU TIA. EXESPOSA DE JORGE.
    FELICIDADES PARA TI, VICTOR GONZALEZ FLORES.

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